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La relación entre ejercicio físico y salud general está bien documentada, pero una reciente investigación va más allá al demostrar que correr o realizar actividad física estructurada puede tener un impacto directo en la supervivencia de personas con cáncer de colon. Así lo demuestra el estudio internacional CO.21 Challenge, dirigido por investigadores de la Universidad de Queen’s en Canadá y publicado en The New England Journal of Medicine.
El estudio se centró en pacientes con cáncer de colon en estadio III y estadio II de alto riesgo, todos ellos intervenidos quirúrgicamente y tratados con quimioterapia. Durante 17 años, los investigadores siguieron la evolución de 889 participantes divididos en dos grupos. El primero siguió un programa de ejercicio con supervisión profesional durante tres años, mientras que el segundo recibió únicamente materiales informativos sobre nutrición y actividad física.
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Los resultados fueron contundentes: quienes participaron en el programa supervisado de ejercicio presentaron una mejora del 37 % en la supervivencia general y un 28 % en la reducción del riesgo de recurrencia o aparición de nuevos cánceres. Además, este beneficio no se observó en pacientes que ya eran activos, sino en personas inicialmente sedentarias.
Resultados clínicos comparables a tratamientos farmacológicos
A lo largo del estudio, los pacientes que realizaron ejercicio moderado —como caminar rápido o trotar— durante al menos 150 minutos semanales mostraron una supervivencia libre de enfermedad del 80 % a los cinco años, frente al 74 % del grupo que no recibió apoyo estructurado. A los ocho años, la supervivencia general alcanzó el 90 % en el grupo activo, frente al 83 % en el grupo control.
Estas cifras adquieren aún más relevancia si se comparan con las mejoras logradas con tratamientos farmacológicos habituales. Por ejemplo, la adición de oxaliplatino, un fármaco común en la quimioterapia para cáncer de colon, mejora la supervivencia en torno al 5 %. El ejercicio, según este estudio, aportaría un beneficio superior.
El programa se basó en sesiones quincenales durante el primer año y contactos mensuales en los dos siguientes. El acompañamiento por parte de profesionales del ejercicio fue clave para mantener la adherencia y la motivación de los pacientes, un aspecto que los investigadores consideran fundamental para el éxito del tratamiento no farmacológico.
Correr como parte del tratamiento integral
El doctor Christopher Booth, uno de los principales responsables del estudio, destacó que “el ejercicio debe prescribirse como parte del tratamiento contra el cáncer, no solo recomendarse de forma general”. Su compañero Kerry Courneya, coautor del estudio y profesor en la Universidad de Alberta, apuntó que “no basta con informar a los pacientes, hay que ofrecerles estructuras de apoyo que les ayuden a incorporar el ejercicio como parte de su rutina durante y después del tratamiento”.
Correr, caminar a ritmo elevado o usar bicicleta estática son ejemplos de actividades recomendadas. Estas prácticas no solo mejoran la salud cardiovascular o el bienestar psicológico, sino que tienen una incidencia directa en la evolución oncológica. Los autores insisten en que esta estrategia es viable, segura y eficaz, incluso en pacientes que nunca habían hecho ejercicio con regularidad.
El estudio fue presentado en la conferencia anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO), donde recibió una ovación por parte de la comunidad médica. El impacto de los resultados ha generado un debate sobre la necesidad de incluir profesionales del ejercicio en los equipos multidisciplinares de oncología.
Perspectivas para el corredor popular y su entorno
Más allá del ámbito clínico, este estudio refuerza el valor preventivo y terapéutico del ejercicio regular en la vida adulta. Para corredores populares, especialmente aquellos entre los 30 y los 60 años, representa un argumento adicional para mantener la constancia en los entrenamientos. También puede servir como incentivo para promover hábitos saludables entre familiares o personas cercanas que hayan superado un cáncer.
Aunque el ejercicio no reemplaza la quimioterapia ni la cirugía, su efecto complementario puede ser decisivo. La clave está en la estructura: entrenamientos progresivos, individualizados, con seguimiento profesional cuando sea posible. Correr no es solo un hábito saludable, sino un recurso clínico avalado por la evidencia científica.
FAQs
- ¿Qué tipo de ejercicio se incluyó en el estudio? Actividad física aeróbica moderada, como caminar rápido o correr a ritmo suave, durante al menos 150 minutos semanales.
- ¿Qué mejoras se observaron en los pacientes? Un 37 % menos de riesgo de muerte y un 28 % menos de riesgo de recaída o aparición de otros cánceres.
- ¿El ejercicio sustituye a la quimioterapia? No. Es un complemento terapéutico que potencia los efectos del tratamiento médico tradicional.
- ¿Quiénes dirigieron el estudio? Los doctores Christopher Booth (Queen’s University) y Kerry Courneya (Universidad de Alberta).
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